Sabemos muy bien que hay cosas en este país que están mal. Pero pocas tan mal como la impunidad reinante. ¿A qué nos referimos con esto? Simplemente a la cantidad de crímenes aberrantes que se cometen casi a diario y permanecen sin justicia. Si nos pusiéramos a recordar detalladamente los temas que recién ayer fueron primicia en los medios y hoy están sepultados 100 m bajo tierra, seguramente nos invadiría la rabia y la impotencia. Son prácticamente incontables los casos de robos, secuestros, asesinatos, abuso infantil, violaciones y trata de personas que aún hoy permanecen sin culpables aparentes y algunos sin procesar siquiera.
Son los casos de Marita Verón, que a pesar de la valerosa lucha de su madre jamás fue encontrada después de más de 6 años, de Lucila Yaconis, violada y asesinada en Nuñez y cuyo atacante identificado aún sigue libre, de Franco Campeggi, quien recibió un brutal disparo en la nuca en un cyber de Moreno, y más, muchos más. Algunos no han recibido siquiera algo de cobertura mediática, pero son las vidas y las almas de cientos de argentinos y argentinas víctimas del dolor y la injusticia. Víctimas más que de la inseguridad de nuestro Estado y los medios de comunicación, que no se preocupan en lo más mínimo por ellos porque son “muertes de segunda”. No son tan relevantes como los crímenes de los countries o los robos a los bancos. La gente lamentablemente se muere ¿no? Los asesinos y criminales existieron y existirán siempre ¿verdad?
Nosotros particularmente, con nuestras obvias preocupaciones cotidianas, tendemos a despreocuparnos y olvidarnos de lo que no afecta a nuestro entorno, a pesar de que podemos ser nosotros mismos las próximas víctimas. La justicia sigue inoperante y sorda a las marchas de familiares y amigos, los medios de comunicación no dan cabida a lo que no es nuevo y morboso, la gente común sin querer tal vez también contribuye a enterrar estos casos en el silencio y el olvido. La impunidad reina y los reclamos ciudadanos son reprimidos y/o ignorados. Así hoy, ¿hasta cuándo?
domingo, 7 de septiembre de 2008
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