miércoles, 2 de julio de 2008

En el nombre de la igualdad (reflexión propia)

Había una vez, en un reino muy lejano, un chico que era diferente. Y todos lo discriminaban por ser diferente.
Pero lo que esos "no diferentes" no sabían (o no querían saber) era que aquel al que consideraban diferente no lo era tanto, ya que su única diferencia no lo hacía en realidad "diferente" del resto, porque en lo demás era igual a los demás (una persona), y los distintos eran los otros, los que lo discriminaban, porque ellos, basándose en una sola, indefinitoria, inevitable (e idiota) diferencia, se diferenciaban de él al tratarlo de diferente.
Cuando se dieron cuenta de ésto experimentaron rabia de sentirse diferentes a alguien que era igual a ellos y se sintieron igual de estúpidos. Entonces, capturaron al chico diferente y lo mataron.
Más tarde, cuando olvidado lo acontecido empezaron a aparecer otros chicos (y también chicas) diferentes, los "iguales se volvieron a diferenciar de ellos, sus otros iguales, a los que consideraban diferentes, y también mataron a algunos.
Pero ahora los distintos eran tantos (aunque continuaban siendo pocos, sí) y se resistían (a lo que les hacían) de tal manera, que los autodiscriminados tuvieron que ponerse a pensar quién era diferente a quién o quiénes. Y como, además, los diferentes se sentían (y eran verdaderamente) iguales a los demás, todos en el reino comenzaron a dudar sobre quiénes eran iguales y quiénes diferentes, a quiénes y por qué, además de cómo. Y si los diferentes eran iguales o entre sí, o si entre los "iguales" también había diferentes.
Pasaron muchos años y litros de sangre derramada hasta que todos/as (o, mejor dicho, casi) comprendieron que todos eran iguales, con sus diferencias.
Pero por el primer chico asesinado (en nombre de la igualdad) nadie, jamás, pidió perdón.

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